Archivo de la categoría: reflexiones

Killing Eve

¿Peca ‘Killing Eve’ de queerbaiting?

Este pasado lunes se estrenó por fin la tercera temporada de Killing Eve, la serie de la BBC America que tan enganchadas nos tiene y gracias a la cual hemos conocido a la fantástica Villanelle (entre otros personajes igual de fantásticos, pero es que la asesina es nuestra gran debilidad). Y vaya cómo ha vuelto.

A pesar de la popularidad de la serie y de las buenas críticas, no es la primera vez que leo en la misma frase las palabras ‘Killing Eve’ y ‘queerbaiting’ y tengo que reconocer que me chirría un poco. Por una parte entiendo de dónde puede venir la afirmación, pero por otra, me parece una acusación injusta.

 

A partir de aquí, esto estará lleno de SPOILERS de las dos primeras temporadas

spoiler alert

 

 

Bien, para explicarme, empezaremos por repasar lo que se conoce comúnmente como queerbaiting. Se trata de la práctica en ficción de insinuar una relación homosexual entre dos personajes que, finalmente, nunca se ve culminada y cuya finalidad no es otra que atraer a la audiencia LGBT+, pero sin perjudicar la heteronormatividad de los personajes. En ocasiones se trata hasta con tono jocoso y como algo que ‘obviamente, no va a pasar’.

Tenemos, por desgracia, muchos ejemplos: la tensión nunca resuelta entre Sherlock y Watson en la versión moderna de Sherlock, en la cual también hacen un guiño cómico a Sherlock y Moriarty; la estrecha relación entre Merlín y Arthur en la serie Merlin, cuyos actores también comentaron en su momento; los bonitos arcos enemies to lovers que podrían haber sido las historias de Quinn Fabray y Rachel Berry en Glee o Regina Mills y Emma Swan en Once Upon a Time; o la gran relación que podría ser la de Kara Danvers y Lena Luthor en Supergirl.

Todas estas series han usado estos ships en sus promociones para mantener a su audiencia LGBT+ bien cerquita mientras metían con calzador relaciones heterosexuales con otros personajes que se sacaban de la manga.

Ahora bien, hablemos de Killing Eve.

En la serie creada por Phoebe Waller-Bridge desde el primer capítulo sabemos que Villanelle es bisexual, en ningún momento se insinúa cobardemente; la vemos en la cama con un chico y una chica en su segunda aparición en pantalla y a lo largo de la serie queda más que claro que el armario solo lo usa para guardar sus fantásticos modelos y sus armas. En cuanto a Eve, sabemos que está casada con Niko y que, debido a la misión que tiene de atrapar a Villanelle, empieza a desarrollar una obsesión con la asesina que empieza a confundirse, o quizá a convertirse en algo más.

La primera vez que leí que la serie hacía queerbaiting fue cuando en una entrevista tras el final de la primera temporada, Sandra Oh negó la posibilidad de que las dos protagonistas tuvieran una relación amorosa. Otro de los argumentos es esta entrevista en la que hablan sobre teorías para la segunda temporada. Una de esas teorías es que ambas unirán fuerzas para vencer a un enemigo común y huirán y vivirán felices comiendo perdices:

Ambas comentan que les gusta la idea de que ambas trabajen juntas contra un mal mayor, pero que no creen que ‘vivir felices y comer perdices’ sea compatible con ellas, sobre todo lo de ‘vivir’, como apunta Sandra.

En este vídeo, Jodie Comer explica que hasta el último momento Waller-Bridge estuvo reescribiendo la escena final para ver lo cerca que iban a estar las dos protagonistas y si esa cercanía resultaba adecuada para ese momento de la serie, pues mucha gente quería que se besaran.

Todas estas declaraciones hicieron que muchas fans se echaran encima y, como ya he dicho, las acusaran de queerbaiting.

Pero vamos a ver. VAMOS A VER.

killing eve

¡Por supuesto que no sería correcto ni verosímil que se liaran en ese momento! ¿Es que se nos olvida que Villanelle ha hecho que Eve perdiera dos trabajos, le provocó todo ese estrés y, por si fuera poco, mató a su amigo y compañero a puñaladas? ¿De verdad podríais besar en paz a una persona que os ha hecho todo eso? Y creedme, Villanelle me parece uno de los mejores personajes y una de las mejores villanas que hay en televisión. El carisma de esta asesina es lo que nos ha enamorado a pesar de sus rasgos sociópatas.

Pero no podemos dejar de lado la verosimilitud y credibilidad de la trama ni el arco de los personajes solo porque nos guste el ship. En la segunda temporada es donde vemos que Eve empieza una transformación sutil y paulatina y su obsesión por las mujeres asesinas y los retos laborales de un principio empieza a virar hacia una preocupación genuina por Villanelle. Es en esta temporada en la que vemos cómo arriesga no solo la misión sino su propia seguridad para salvarla. Tampoco podemos olvidar que hasta llega a matar por primera vez a alguien por ella. ¿Hubiese estado bien que al final de la segunda sí se hubiesen juntado? Tampoco. Porque Eve descubre que Villanelle la ha manipulado para que matara a Raymond cuando podría haberlo hecho ella misma; la ha llevado al extremo y la ha obligado a hacer algo que no quería hacer (por mucho que se haya preguntado qué se sentiría al quitarle la vida a alguien). ¿Os liarías con alguien que os hace eso, incluso aunque tuviese la cara preciosa de Jodie Comer?

(De nada)

Para mí, eso no es queerbaiting, es ser coherente con la trama que has desarrollado y con la evolución de tus personajes. Además, que el ship principal de una serie tarde bastante en juntarse es algo a lo que estamos acostumbradísimas a ver en cualquier serie con ships heteros. ¿Cuánto tardaron Bones y Booth en besarse o estar juntos? También es muy común que los ships heteros tengan altibajos desde el primer beso hasta que formalizan su relación porque eso da mucho juego a la serie. Un par de ejemplos los tenemos en la historia de Ted y Robin en Cómo conocí a vuestra madre o Ally y Larry (o cualquiera de los intereses amorosos de la protagonista) en Ally McBeal. Y si hablamos de una dinámica del tipo enemies to loverses más probable que el tiempo de desarrollo de la relación amorosa sea mayor, porque tienen que dejar de verse como rivales para verse como interés romántico y tiene que suceder de forma que sea creíble para la audiencia.

Lo que sucede con Killing Eve es que no son enemigas como quien está en el equipo contrario o en la empresa de la competencia. No, una es agente secreto y la otra es una asesina a la que tiene que atrapar. Una le ha arruinado la vida a la otra y, para más inri, la ha intentado matar justo cuando empezaba a confiar más en ella. Mucho tiene que pasar y muy bien desarrollado para que Villanelle e Eve acaben juntas. Y aún así, seguro que no sería el más feliz de los finales.

Creo que parte del problema es que tenemos tan poca representación LGBT+ en ficción que no estamos acostumbradas a estas dinámicas y pensamos que nos van a arrebatar a nuestros personajes LGBT+ de cuajo o que nos van a poner la miel en la boca para luego engañarnos, como tantas otras veces nos han hecho. Nos olvidamos de que también tenemos derecho a que nuestras historias se cuezan a fuego lento, a que haya montañas rusas de emociones e, incluso, a que la relación entre dos personajes LGBT+ acabe o no llegue a cuajar del todo y se quede en una aventura.

Por todo esto, no, no creo que Killing Eve haga queerbaiting. Relajémonos y disfrutemos de esta dinámica tan genial entre Eve y Villanelle y de una serie igual de fantástica.

 


¿Qué opináis? ¿Creéis que la serie peca de queerbaiting o pensáis como yo? Dejádmelo en los comentarios.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 

¿He vuelto?

¿He vuelto?

Cierto es que este blog tiene ahora más polvo y telarañas que entradas. Todo y nada ha pasado desde la última vez que escribí por aquí.

Empiezo por la nada.

Realmente en mi vida no ha pasado mucha cosa digna de mención desde que volví de mi amada Dublín. La nostalgia me dura (de hecho, seguramente persista hasta que vuelva) y Almería resulta tan insípida como la dejé, pero con más rotondas (lo siento, soy de esas personas a las que no les gusta su lugar de nacimiento).

Mi vida ha sido razonablemente estable este año. Empecé un trabajo nuevo como profesora en una academia, lo cual me ha dado una tranquilidad económica inmensa a pesar de no ser un sueldazo. Sin embargo, poco más ha pasado. Algún que otro evento literario al que asistí en este último año y que ha roto la monotonía y me ha recargado las pilas, como el Festival LesGaiCineMad, en el que Ros Serra y yo hicimos de representantes de LES Editorial en la mesa redonda sobre mujeres en el sector editorial;

01-1065x675

el Día del Libro LGBT+ en Librería Berkana, donde conocí a mis compañeras de editorial, Anna Pólux y Cris Ginsey, a Prado G. Velázquez y Gema Nieto;

la I Feria del Libro LGBT+ de Málaga, de la que me encantaría poder enseñaros fotos, pero me robaron el móvil;

god damn you

o el décimo aniversario de la Revista Mirales, el pasado 28 de septiembre, en el que nos juntamos un montón de mujeres a celebrar la labor de la revista por la visibilidad.

Continúo con la nada.

Si he tenido un año literario poco productivo en cuanto a lectura y escritura, sin duda ha sido este. Pocos libros me llenaban, los abandonaba, los leía sin ganas. Cuando abría alguno de lo borradores que tenía, me tiraba media hora mirándolos, sin ganas de teclear. Escribía alguna escena de alguna historia que se me hubiera ocurrido y al poco la dejaba, apenas escribía un párrafo. Así meses. Y ya estaba empezando a preocuparme, porque la escritura era mi terapia. Muchas veces pienso, aunque suene exagerado, que si no me he pegado un tiro antes, es gracias a escribir. Pero me dije, ‘Fani, ten paciencia’. Y a mí a paciente no me gana nadie.

Vamos ahora con el todo.

Ha pasado de todo este año, pero ese todo ha pasado en mi cabeza. Me he planteado muchas cosas en cuanto al blog, a las redes sociales, a la escritura. Empecé a dejar esto aparcado ya en Dublín. El tiempo que tenía libre prefería dedicarlo a conocer mi nuevo hogar y cuando escribía, me centraba en historias. También estaba el problema de las ideas novedosas y entradas interesantes: ¿Quién soy yo para dar consejos de escritura si ya hay blogs que los dan y muchísimos más útiles que lo que yo pueda ofrecer? ¿Qué tipo de contenido atractivo puedo yo ofrecer en Twitter o Instagram si cuando publico algo me siento gilipollas? Además, mi relación amor-odio con Twitter se ha intensificado durante este año. Esta red social se ha convertido para mí en un dementor que me succiona la energía vital cada vez que me meto y que solo me hace largar pestes de la humanidad. Es ahora cuando estoy reconciliándome un poco con ella, pero sigo sintiéndome gilipollas cuando tuiteo algo.

También me he planteado dejar de escribir. Tal cual suena. Tirar la toalla y colgar la pluma y el cuaderno. Pero luego volvía a pensar, ‘¿vas a arriesgarte a abandonar lo único que te mantiene cuerda?’, y me entraba tal miedo a una vida sin narrar historias, sin catarsis, sin nada con lo que llenar el gran vacío del tiempo, que me aferraba al teclado como a un salvavidas. Además, yo la toalla solo la tiro en el amor y eso es porque el amor no se puede forzar.

Esta entrada es un intento de que la toalla no caiga al suelo. Es una llamada de atención de una Fani preocupada a una Fani que no consigue poner su vida en orden.

Quizá pasen otros tantos meses hasta que vuelva a aparecer por aquí. Quién sabe. Por eso es un ‘He vuelto’ con interrogación, porque quien avisa no es traidor.

Que la literatura os acompañe.

 

Inteligencia Artificial

¿Qué hace a las IAs conscientes?

La ciencia ficción siempre ha planteado cuestiones filosóficas tras sus premisas futuristas y tecnológicas, desde el los peligros del totalitarismo, la vida después de desastres naturales, la existencia de vida en otros planetas, hasta la inteligencia artificial. Este tema es uno de los que más me fascinan del género y siempre que leo alguna novela o veo alguna película o serie que se centre en esto, sé que habrá una alta probabilidad de que me guste.

Quizá sea por mi formación como psicóloga que el estudio de la conciencia humana y el lenguaje me atraen de una manera casi hipnótica. Para quienes no hayáis estudiado Psicología, os diré que el tema de la conciencia es una línea de investigación muy compleja, pues se trata de un constructo en el que influyen muchas variables y a cuya base aún no nos hemos acercado. El estudio de la conciencia nos ha llevado a plantearnos muchas cuestiones filosóficas, entre ellas, la más relevante para este artículo: ¿qué nos hace humanos?

¿Por qué esta pregunta y el título del post están relacionados? Pues bien, no cabe duda de que el objetivo de quienes fabrican y programan IAs es imitar la conciencia humana. De ahí que conocer nuestra esencia como especie sea el secreto para crear robots a nuestra imagen y semejanza. No voy a escribir esta entrada como experta en el tema, sino más como aficionada a quien le gusta desarrollar sus propias hipótesis.

Ex Machina

¿Qué nos hace humanos?

El lenguaje

Quizá la característica primordial que nos diferencia de otras especies sea el lenguaje. Fijaos que no hablo de comunicación, pues todas las especies nos comunicamos de una forma u otra, sino que me refiero a la complejidad de nuestro código lingüístico. Si tomamos como ejemplo a los perros, vemos que su principal medio de comunicación es el ladrido. Tras convivir con un perro, llegamos a distinguir los tipos de ladridos y gruñidos, pero la diversidad de estos se ciñe al estado emocional que el animal quiere expresar: si está contento, ladrará de un modo y si se está defendiendo, lo hará de otro. No ladran para decir ‘qué bonito día hace hoy, menos mal que la primavera está llegando y dentro de poco es Semana Santa y tenemos unos días de descanso’. Nosotros los humanos comunicamos cientos de cosas que, en la mayoría de ocasiones, no tienen que ver con nuestro estado fisiológico ni nuestras necesidades primarias. Sin ir más lejos, tenemos miles de conceptos abstractos que no se corresponden con ningún referente tangible y concreto. Por ejemplo, la ‘nostalgia’ es algo que no podemos tocar, es una palabra que nos hemos inventado porque un día sentíamos que recordábamos con tristeza y cariño algo y nos resultaba más sencillo inventar una palabra que no tener que explicar todo eso cada vez que quisiéramos hablar de ello.

Lo que me lleva al siguiente punto: el lenguaje humano es una invención social fruto de nuestra evolución y nuestra necesidad de comunicarnos. Entonces, ¿qué pasó, un día se sentaron varias personas y dijeron ‘venga, vamos a inventarnos una lengua’? Nope. La necesidad es la madre de la invención y —aquí viene mi aportación de hipótesis— la casualidad también es un factor importantísimo: imaginaos a los primeros homo sapiens que poblaron la Tierra, que solo gruñían, chillaban y emitían ruidos similares a otros homínidos, hasta que, por casualidad, alguno de ellos quería referirse a la comida e hizo un ruido muy concreto, por ejemplo, ‘ooooh’; otro de su grupo asoció el ‘ooooh’ con la comida y reaccionó de forma acorde. Tras ese éxito fortuito en la comunicación, a partir de entonces, entre ellos cada vez que decían ‘ooooh’, sabían que se referían a la comida.

Invención del lenguaje
En ‘Padre de familia’ también se imaginaron algo parecido.

Luego, como nuestra especie tiene un maravilloso aparato fonador que puede realizar una grandísima cantidad de sonidos diferentes, nuestros antepasados empezaron a experimentar con sus cuerdas vocales. Y aquí estamos.

Desde el inicio del estudio del desarrollo del lenguaje y el pensamiento ha habido dos posturas: quienes consideran que el lenguaje determina el pensamiento y quienes opinan lo contrario, que el pensamiento determina el lenguaje. Luego, estamos los que pensamos que van de la mano y que intentar resolver este misterio es casi igual de difícil que el del huevo y la gallina.

En Psicología del Lenguaje y también en Psicología del Pensamiento se suele ver cómo se desarrollan las asociaciones de conceptos. Un concepto nuclear, que suele asociarse con un referente externo, se relaciona con otros conceptos que funcionan a modo de características del mismo. Un ejemplo sería:

Asociación de conceptos

 

Aprendizaje

Todas las especies animales aprenden, hasta los mejillones. Pero, como pasa con el lenguaje, el aprendizaje en humanos es muchísimo más complejo y, como ya podéis imaginar, también incluye conceptos abstractos. Las primeras etapas de nuestro desarrollo son más concretas y referenciales, es decir, que cuando somos pequeños, aprendemos con estímulos tangibles y fáciles de procesar, pues nuestro cerebro todavía no está preparado para razonamientos abstractos. Y si no, preguntadle a niños de cuatro o cinco años qué es un perro y qué es la felicidad; podrán decirte que un perro es un animal, incluso dibujarlo, pero para describir la felicidad tendrán más dificultades, quizá, como mucho, harán referencia a una sonrisa o a la risa, porque es algo más concreto que pueden percibir. El aprendizaje y el lenguaje están muy relacionados, pues conforme el lenguaje avanza y se van asociando palabras con su referente, el aprendizaje se hace más sencillo (¿a que cuando empezáis una asignatura de la que no sabéis nada, os cuesta hasta que asentáis las bases y luego podéis comprender cosas más difíciles?).

Aprendizaje
Igual que aprender nuevos idiomas se hace más sencillo cuando hablas otro diferente a tu lengua materna.

Pero el aprendizaje no solo es lingüístico, también es emocional. Si nos cortamos con el filo del papel de aluminio, vemos las estrellas y procuramos tener más cuidado la próxima vez que manipulamos el rollo de papel. Cuando probamos por primera vez un postre y nos gusta, repetiremos en el futuro. El dolor y el placer son nuestros maestros en esta vida y esto es igual en todas las especies. Aunque parezca reduccionista, estos dos tipos de consecuencias son las que rigen nuestro comportamiento y lo único que nos diferencia de otras especies es que distinguimos muchos tipos de dolor y de placer y estos provocan reacciones fisiológicas diferentes que nosotros asociamos con conceptos distintos y los llamamos sentimientos. El dolor que se manifiesta como humillación, tristeza, decepción, duelo, etc.; el placer que percibimos como alegría, ilusión, diversión, etc. Un profesor que tuve en la carrera, cuando dimos el tema del dolor en Psicología Fisiológica, hablaba de mismas vías neuronales de dolor, pero distinta forma de hacer sinapsis (el paso de información eléctrica entre neuronas). Por desgracia, no recuerdo si nos llegó a dar referencias bibliográficas o no, así que dejaremos esto como hipótesis interesante.

Aprendemos por condicionamiento. Hay dos tipos, el clásico y el instrumental. En el clásico, se nos presentan dos estímulos diferentes, sin relación alguna, y tras varias presentaciones conjuntas (bien simultáneas o bien consecutivas) asociamos ambos estímulos. Normalmente, uno de los estímulos (el que se presenta posteriormente) provoca una reacción automática (por ejemplo, el dolor nos hace retirar la mano). Seguro que se os viene a la mente los perros de Pavlov, que habían aprendido que tras el sonido de la campana, aparecía comida (la cual les hacía salivar una cosa bárbara). Pero no todo es saliva y campanas, el condicionamiento clásico también está presente cuando escuchamos el pitido de un coche que nos va a atropellar y nos asustamos; cuando escuchamos una canción y nos alegra porque la asociamos con una buena experiencia; cuando vemos un primer plano de un objeto en una película o serie y sabemos que ese objeto será importante más adelante porque en miles de películas se ha usado ese mismo recurso. Está presente en el miedo, en el estrés postraumático y en la ansiedad, por ejemplo.

El condicionamiento instrumental es aquel que cambia nuestra conducta para conseguir un objetivo, bien sea obtener algo que nos gusta, bien para evitar algo que nos desagrada. Si alguien dice ‘¡tarta va!’ y algo viscoso nos da en la cara y se nos mete en los ojos, para la próxima vez que escuchemos el mismo aviso, nos taparemos o nos agacharemos para evitar el engorroso desenlace. Si los perros nos dan miedo, evitaremos pasar por la casa del vecino que tiene el perro en el jardín; si nos gusta un libro de cierto autor o autora, es probable que leamos más de su bibliografía. Y si salir a comprar el pan nos da ansiedad, evitaremos bajar a la panadería. Como he dicho antes, el placer y el dolor son nuestros maestros de vida.

Condicionamiento clásico
Viñeta de SeekMikeDraw

Percepción

¿Os imagináis que no tuviéramos sentidos? A parte de ser una premisa interesante para una historia de ciencia ficción, probablemente no seríamos más que un saco de carne y huesos con un cerebro muy poco desarrollado. Necesitamos de estímulos externos para aprender y crear asociaciones y vías sinápticas en nuestro cerebro. Necesitamos ver los colores, escuchar los tonos, tocar las superficies, degustar y oler la comida para que nuestro cerebro pueda relacionar los objetos y sucesos externos y así tener una base sobre la que actuar. En el sentido de la vista, los tractos nerviosos que proceden de los ojos y van al cerebro se cruzan a un nivel inferior (antes del cerebro) y después, tiene varias vías que van a la corteza occipital (la de la percepción visual) y a zonas más internas del cerebro (y más relacionadas con la emoción). En un cerebro sano, si realizamos un condicionamiento clásico, el estímulo queda registrado de forma consciente, pero si alteramos las vías que van al córtex occipital, no tenemos percepción consciente de ese estímulo, pero sí condicionamiento (por ejemplo para que nos de miedo). ¿Cómo podríamos actuar si no sabemos qué es lo que nos da miedo y por qué? Otra de mis hipótesis es que en la percepción inconsciente (de la que no nos damos cuenta, por el motivo que sea, no me meteré mucho en eso) radica parte de la espontaneidad del ser humano: intuición, creatividad, incluso, como ya he dicho, conductas condicionadas (‘no sé por qué, me dan miedo las palomas’, ‘no sé por qué, esta persona me cae bien’).

En resumen…

Tras todo este tocho, podemos concluir que estos tres aspectos de la experiencia humana se entremezclan constantemente y se resumen en:

  • Percibimos algo y le ponemos nombre o nos enseñan que esto que percibimos se llama de una determinada forma. Asociamos ambos conceptos. Aprendemos.
  • Percibimos un estímulo con otro y aprendemos que van siempre juntos. Seguimos asociando estímulos de forma que cualquiera de ellos ‘activa’ la representación mental de los conceptos asociados. A estas asociaciones también les ponemos nombre.
  • No siempre nos hace falta percibir algo para asociar conceptos adquiridos; de hecho, el pensamiento deductivo, inductivo, la lógica, creatividad y la intuición se basan en cientos de asociaciones que hacemos constantemente de conceptos previos alojados en nuestro cerebro. Incluso podemos plasmar externamente un concepto nuevo que hemos desarrollado en nuestra cabeza (esto los artistas lo hacemos siempre).

Apredizaje asociativo

 

Entonces, ¿qué debe tener una IA para que sea consciente?

Pues lo mismo que nos hace a nosotros humanos. Capacidad para percibir, aprender y desarrollar lenguaje. Aquí contamos con una ventaja y un inconveniente: a diferencia de nosotros, las IAs no tienen que esperar millones de años para evolucionar hasta nuestra etapa de desarrollo filogenética, pues somos nosotros quienes la configuramos a nuestra imagen y semejanza. ¿El inconveniente? Que las configuramos a nuestra imagen y semejanza.

Creación del nuevo Adán

¿Por qué digo eso? Pues porque somos producto de nuestro tiempo y del tiempo de nuestros padres y del de nuestros abuelos, etcétera, etcétera. Esto significa que, si programamos una IA para que sea consciente, tendrá nuestros sesgos y nuestros prejuicios. Para muestra, podéis leer este artículo sobre un estudio de la revista Science y este otro en el que unas IAs fueron jueces en un concurso de belleza. Estas IAs son racistas y machistas porque han aprendido, por estadística, a serlo. Es un ejemplo extremo de lo que nos pasa a nosotros al vivir en sociedad. La diferencia estriba en que nosotros todavía podemos plantearnos si nuestra conducta y nuestra actitud están influenciadas por la sociedad y actuar en consecuencia; con las IAs todavía no se ha llegado a esa fase.

¿Cómo podemos favorecer que el aprendizaje de las inteligencias artificiales sea diferente?

Mi propuesta (siempre desde el terreno de la hipótesis y la especulación) es más compleja y requiere más tiempo que simplemente programar a la máquina para que analice infinidad de textos y luego ponerla a soltar barbaridades. Incluso aunque le pusiéramos solo un diccionario para que memorice las definiciones, ni siquiera estos están libres de sesgos. ¿Y si las programáramos, aprovechando su potencia de procesamiento de información, para que aprendan como lo hacemos nosotros, mediante asociaciones del tipo referente-concepto y concepto-concepto o del tipo estímulo-respuesta y conducta-consecuencia? De este modo, podrían aprender también mediante la interacción con otras personas y con el mundo externo tal y como lo hacemos nosotros. ¿Y si aprovechamos la tecnología de impresión 3D para otorgarles un medio físico con el que también tengan un referente sensorial? ¿Os imagináis un robot que percibiera los patrones visuales, los auditivos…? ¿Un robot que al tocarlo, percibiera ese tacto? A mí me fascinaría, la verdad.

Humans

Quizá, a día de hoy, la biotecnología todavía no pueda emular las conexiones nerviosas que proceden de los sentidos humanos en un cuerpo y cerebros artificiales, pero para eso estamos los escritores, para inventarnos nuevas historias de ciencia ficción y dejar volar nuestra imaginación (y, quién sabe, quizá acertemos en nuestras predicciones).

 


Hasta aquí mi reflexión sobre las inteligencias artificiales. ¿Qué pensáis? ¿Coincidís conmigo? ¿Qué otras cosas se os ocurren que pueda tener una IA? No dudéis en dejar vuestro comentario aquí abajo.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 


Imagen de portada extraída de JB_Michi.

Escribir ciencia ficción

De por qué empecé a escribir ciencia ficción si no era lectora del género

Antes de embarcarme en la escritura de Nivel 10, escribía relatos de ficción ‘realista’. Un poco de todo, desde thrillers, hasta policíaca, y sobre todo romántica (muy influenciada por los fanfics). Pero nunca había escrito ciencia ficción. De hecho, apenas había leído nada, solo los más básicos, 1984Un mundo feliz, porque me los mandaron para una asignatura de la carrera, y algunas películas y series como Black Mirror. En definitiva, que no tenía ni idea del género cuando empecé a escribir mi primera novela.

¿Por qué lo hice? Pues el motivo más simple que os puedo decir es porque, mientras investigaba para un trabajo de la carrera, se me ocurrió la premisa y quise escribir un fanfic con ella. Ni siquiera me planteé que me estaba metiendo en un género que apenas conocía. Como por aquella época tuve un parón de escritura, esa idea quedó apartada hasta que me decidí a retomarla una vez terminé el último año de Psicología. Pero ya no quise hacerlo en formato fan fiction, sino convertirlo en una novela con personajes propios e incluso localizaciones propias (la trama original estaba ambientada en Nueva York). Aquí ya sí que me dije ‘Fani, vas tú muy rápido con esto de inventarte el futuro, ¿no?’ Para más inri, por esa misma época, gané mi primer concurso literario con un relato de ciencia ficción. Y así seguí, escribiendo ciencia ficción y fantasía, géneros sobre los que apenas había leído antes y a los que desde entonces, les cogí tanto el gusto que son ahora mi principal interés lector. ¿Por qué me metí en este berenjenal?

¿Qué podía aportar yo a la ciencia ficción?

Reflexionando con un poco de perspectiva, el no haber leído antes mucha ciencia ficción y haber visto solo unas pocas películas o series me ha permitido escribir con cierta pureza. Me explico: cuando lees mucho un único género, acabas asimilando los tópicos, los tipos de giros argumentales, los personajes arquetípicos, etc. y cuesta más no caer en ellos. En general, escapar de los clichés literarios es difícil, pues inevitablemente todos tenemos influencias similares y estas se entremezclan en muchos formatos artísticos (literatura, cine, teatro, música, etc.), pero al escribir un género que no nos es familiar, lo hacemos con frescura, tirando de nuestro bagaje literario y sin restringir nuestra imaginación con esa presión a la que a veces nos sometemos por intentar no imitar a nadie.

Escribir es una aventura
Escribir un nuevo género es toda una aventura

Frescura

Bien sea por los temas que tratamos en nuestras historias, bien por el estilo o el tipo de personajes, llegar de nuevas a un género desconocido es como esos lectores beta que nos resaltan nuestros fallos y vicios a la hora de escribir: al no estar vinculados a la obra, perciben mejor lo que se puede mejorar y dan una perspectiva que no habíamos considerado antes. En este caso, somos nosotros esos lectores beta los que otorgamos una perspectiva nueva al género. Y parte de esta frescura viene motivada por el siguiente punto.

Un bagaje literario diferente

Al igual que la ciencia ficción tiene sus tópicos y su estilo particular, con el resto de géneros pasa igual. En líneas generales, no se escribe novela romántica de la misma forma que la novela negra o la de terror. Por supuesto, siempre hay excepciones y ahora se entremezlcan más los géneros, pero cada género tiene una atmósfera, un ritmo y un uso del lenguaje diferentes. ¿Os imagináis leer Guerra y Paz como si fuese una novela young adult? La trama sería la misma, pero el estilo cambiaría drásticamente. Podemos aportar las descripciones poéticas y delicadas que caracterizan a los clásicos, el misterio y atmósferas inquietantes del terror, de los thrillers o de la novela gótica, la agilidad de la comedia o de la novela juvenil, o engañar al lector como en la novela negra. Nuestro cerebro absorbe inconscientemente todos estos patrones y los mezcla y los suelta cuando escribimos, por eso, cuanto más variado leamos, más enriquecida será nuestra historia.

Orgullo y prejuicio y zombies
Bueno, hay quien ya se ha imaginado algún clásico con zombies

Creatividad sin restricciones

Seguro que más de una vez os ha pasado que, cuando estáis escribiendo o revisando, tenéis la sensación de que ya todo está inventado y solo estáis copiando lo que ya existe. Es inevitable que lo que escribamos nos resulte similar a otras obras, pues los arcos argumentales, los tópicos, el famoso viaje del héroe, etc. están ahí desde hace siglos y ya resulta difícil innovar de verdad con un argumento. Pero, como ya he comentado antes, al aventurarnos en un nuevo género que nunca hemos leído, muchas de sus estructuras típicas nos son totalmente desconocidas y eso nos permite escribir sin preocuparnos de si nuestro tema está ya inventado o no. Dejamos libre nuestra creatividad y sacamos lo mejor que tenemos porque no nos ponemos esas restricciones y no tenemos esa vocecita en nuestro interior gritándonos: ‘¡No, borra esto, que es muy parecido a lo escribió Fulanita en su segunda novela!’

 

¿Qué me aporta la ciencia ficción a mí?

No solo podemos aportar cosas nuevas al género, sino que este también nos ayuda a retarnos y hacernos crecer como escritores. Aunque hablo de lo que yo he aprendido a nivel personal al escribir ciencia ficción (y tanto esto como lo anterior se extiende a la fantasía también), estas conclusiones podrían aplicarse de forma más general.

Aportar nuevas ideas

Libertad creativa

He comentado antes que en la idea original de Nivel 10, la trama estaba ambientada en Nueva York, pero, cuando ya me planteé seriamente escribir la historia como una novela original y no un fanfic, me encontré con un pequeño gran problema: no tengo ni idea de cómo es Nueva York. Ya había escrito alguna que otra historia ambientada en la ciudad y, a pesar de investigar cómo era, no había quedado satisfecha con el resultado. Por eso decidí inventarme una ciudad y un país completamente nuevos. Además, al ambientarla en 2094, debía imaginarme cómo podía ser el futuro en un mundo inventado. Es una perspectiva imponente, pero cuando me ponía a trabajar, me sentía con total libertad de explorar temas y escenas que, si hubiese optado por narrativa ‘realista’, me hubiese resultado imposible, así que escribía con un entusiasmo aún mayor al pensar que este género me permitía dar rienda suelta a mi imaginación de una manera que no había considerado antes.

Conciencia sobre la coherencia interna

Si hay un par de géneros en los que debemos prestar especial atención a la coherencia interna, estos son la fantasía y la ciencia ficción. La coherencia en el worldbuilding es como mentir: hay que tener buena memoria para que la mentira no tenga más agujeros que un colador y sea creíble. En este caso, hay que tener muy claro cómo es nuestro nuevo universo y cómo son las normas que lo rigen. Escribir una historia ambientada en nuestro mundo es sencillo porque el funcionamiento de nuestra sociedad y de nuestra cultura ya lo tenemos más que asimilado y si, por ejemplo, uno de nuestros personajes recibe un disparo, sabemos que la herida sangrará, la bala puede que haya quedado incrustada en la carne o puede que haya salido, etc. Es algo que ni se nos ocurre ponerlo en duda porque ya conocemos las leyes físicas y fisiológicas de nuestro mundo. Pero si escribimos sobre un alien que recibe un disparo, ¿de qué color será su sangre?, ¿el material de la bala reaccionará de forma diferente con la piel del extraterrestre?, ¿cómo será su herida?, ¿habrá algún otro factor que afecte?, ¿lo hará siempre o según en qué casos? Por cuestiones como esta, escribir ciencia ficción (y fantasía), me ha enseñado a considerar mucho más la coherencia de la trama y del worldbuilding.

Conciencia sobre el mundo, la sociedad y la tecnología

De este tema ya hablé en esta entrada sobre cómo nos imaginamos el futuro. El esfuerzo mental que debemos hacer para situarnos en un momento futuro es muy grande y eso nos lleva a plantearnos cuestiones que, quizá (y solo quizá), no nos haríamos si escribiésemos narrativa ‘realista’. A mí, la ciencia ficción me ha enseñado a ver el mundo y, más concretamente, la tecnología y las dinámicas sociales, desde otra perspectiva. A fijarme más en los detalles y pensar con anticipación.

Escribir ciencia ficción

 


Hasta aquí mi reflexión sobre lo que escribir ciencia ficción ha significado, y significa, para mí. Y vosotros, ¿leíais mucho del género cuando empezasteis a escribir? ¿O sucede lo mismo al escribir o leer cifi? ¿Qué otras cosas habéis aprendido? No dudéis en dejar vuestros comentarios aquí abajo.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 


Imagen de portada vía kellepics

Balance del año

Hasta siempre, 2017

Y en el reloj de antaño, como de año en año, cinco minutos más para la cuenta atrás. Hacemos el balance de lo bueno y malo…

Mecano

Como dice Mecano, toca hacer balance de lo bueno y malo, porque los ciclos hay que cerrarlos con una reflexión sobre lo que hemos aprendido y sobre lo que podemos seguir aprendiendo. Estos dos últimos años han sido, probablemente, los más duros y oscuros de mi vida a nivel personal, en los que la escritura y la lectura han sido, sin duda, mis dos terapias fundamentales. Por fin estoy empezando a ver la luz al final del túnel y en gran parte se lo debo a la nueva aventura que estoy viviendo desde que me mudé a Dublín el pasado septiembre. Este cambio tan radical en mi vida ha supuesto abrir una presa y dejar que el agua estancada fluya, y me ha ayudado a tener varias cosas claras. Quizá no actualice el blog con tanta frecuencia o no esté tan presente en redes sociales como antes, pero mi vida personal va primero y mis ganas de escribir historias van antes que las de escribir posts. Quizá pierda mi posicionamiento en redes, quizá no sea tan visible como antes y puede que pierda oportunidades de ganar nuevos lectores, pero también sé que el tiempo es el bien más preciado que tenemos y yo ahora siento que vuelvo a tener tiempo para ser feliz.

Siguiendo con el balance, este año me apunté por primera vez a un taller de novela y conseguí escribir una novela corta que tengo guardada y que está reposando hasta que sea su momento adecuado de salir a la luz. Ha sido una novela muy catártica y me ha servido para conocer a grandes personas como son mis compañeras de taller y mi profesor. También he notado (bueno, las estadísticas de WordPress lo han hecho) un aumento de visitas, comentarios y me gustas en el blog, así como de seguidores (¡ya somos 139 en esta casa!), e incluso algunos de mis post han tenido muy buena acogida, como las técnicas narrativas que me inventé, mi reflexión sobre lo que la ciencia ficción dice de nosotros, mis secciones de Turismo Literario y Mis Escritoras o mi tutorial de corrección de novela low-cost. Además, gracias a las redes, he conocido a una gran cantidad de gente que hacen este camino literario mucho más agradable.

Para terminar este balance cualitativo de mi 2017, voy a daros una gran noticia que he tenido que mantener en secreto durante un par de meses: ¡Nivel 10 dará el salto a editorial el próximo año! 

Glee

De momento no puedo dar más detalles, pero os iré informando poco a poco conforme me vayan dando vía libre. Por este motivo, además, la novela ya no está disponible en Amazon como ebook (hasta próximo aviso).

¡Qué ganas tengo de que podáis tener mi libro ahora también en papel!

Los nuevos propósitos

Después de esta noticia y de este repaso, y mirando ya hacia el futuro, he querido ponerme varias metas para este 2018. El año pasado, estos fueron mis propósitos como lectora y escritora y, antes de pasar a los nuevos, quiero contaros si los he cumplido o no.

Como lectora me propuse:

  • Leer a más mujeres: En comparación con las 12 (de un total de 36 novelas, un 33%) autoras que leí en el 2016, este año he leído 22 mujeres (de 48), que supone un porcentaje del 45%. ¡Objetivo cumplido!
  • Leer mas ciencia ficción y fantasía: Haciendo un cálculo similar, este 2017 he leído 10 novelas de cifi y 11 de fantasía (frente a las 3 y 10, respectivamente, de 2016). ¡Objetivo cumplido!
  • Leer más literatura japonesa: El año pasado leí solo 2 novelas japonesas, mientras que este, he leído 5 autores japoneses. ¡Objetivo cumplido!
  • Leer más en inglés: De 4 obras que leí en inglés el año pasado a 9 que he leído este 2017, sobre todo el último trimestre. ¡Objetivo cumplido!

Y estos fueron mis propósitos como escritora:

  • Seguir un calendario de escritura: He de reconocer que se me escapa una risa avergonzada con este propósito; conseguí hacerlo durante los meses que estuve en el taller de novela corta y me vino bastante bien, pero después empecé a saltarme ese calendario y a escribir más a mi ritmo, lo cual tampoco me fue tan mal: conseguí avanzar bastante con mi proyecto principal y también escribir otros relatos y otros proyectos. Creo que con esto he aprendido que los calendarios no me sirven mucho a no ser que los planifique de forma muy flexible o yo me ponga muy estricta conmigo misma. Objetivo no cumplido 😦
  • Escribir más relatos cortos: El año pasado escribí 4 relatos cortos (y algún microcuento), mientras que este año he escrito 10, algunos como complemento worldbuildinístico (sí, otro vocablo que me acabo de inventar) y otros para concursos y, aunque estos no han superado la criba, uno de ellos, Siempre seré loba, sí que está incluido en la antología que editó Piper Valca para su I Concurso Literario Antro Narrativo y que podéis leer gratis aquí; y este otro que publiqué en el blog hace un tiempo, titulado Brindis. ¿Qué haré con estos relatos? De momento no lo sé, pero la opción más probable que barajo es publicar algunos en Lektu a ver qué acogida tienen. Por otra parte, durante un tiempo publicaba cada domingo en mi página de Facebook una serie de microcuentos, los #microdomingos¡Objetivo cumplido!
  • Escribir más en inglés: Este objetivo lo he cumplido al principio del año y al final. Al principio comencé con una historia que ahora tengo un poco apartada, pero que espero no dejarla en el cajón olvidada. Y para este NaNoWriMo, aunque no conseguí el reto de las 50000 palabras, sí que he avanzado bastante con mi proyecto Therion, el cual estoy escribiendo en inglés. Teniendo en cuenta que el año pasado no escribí nada en inglés, se puede considerar que… ¡Objetivo cumplido!

No está mal, ¿no? Yo estoy contenta con el resultado. Sé que debo ponerme objetivos más accesibles y más ahora que no tengo tanto tiempo libre como el año pasado. Por eso, para este 2018 he decidido que mis propósitos sean los siguientes:

Como lectora

Por supuesto, quiero seguir leyendo cada vez más autoras y más literatura de género y en inglés, pero también quiero ponerme otros objetivos diferentes:

Leer un ebook al mes o, al menos, cada dos meses

El principal motivo por el que apenas leo ebooks es porque no tengo un libro electrónico tal cual, sino que tengo que leer en tableta y siempre acabo con la vista muy cansada, así que suelen pasar unos cuantos meses desde que termino un libro en formato digital hasta que empiezo otro. Pero este año quiero intentar leer uno al mes o, como mucho, uno cada dos meses.

Leer literatura irlandesa

Como ya sabéis, el pasado septiembre me mudé a Dublín y estaré aquí todo el año, por lo que tengo la excusa perfecta para leer toda la literatura irlandesa que me de tiempo y traeros alguna entrada especial de Turismo Literario sobre las principales voces de mi nuevo hogar.

Terminar las sagas empezadas

Como ya os conté en el repaso a mis novelas favoritas de este año, he empezado algunas sagas muy interesantes que quiero acabar cuanto antes: El Imperio del Radch, La trilogía del Vatídico, Crónica del Asesino de Reyes (aunque esta ya no depende de mí, eh, señor Rothfuss…). Además, tengo en mi estantería (metafóricamente hablando, en realidad apilo los libros encima de una cajonera) la primera entrega de la saga The Raven Boys de Maggie Stiefvater; El dios del Sabatth, la primera de La Nación de las Bestias de Mariana Palova; y la primera de La Rueda del TiempoEntre dos ríos, de Robert Jordan, aunque esta saga sé que tardaré mucho más en acabarla.

Como escritora

Terminar el primer borrador de Therion

Therion era mi proyecto para este pasado NaNoWriMo, que, aunque no pude concluir porque noviembre se me llenó de compromisos, sigo escribiendo a un ritmo decente. Por eso, uno de mis objetivos principales es acabar el borrador. Como subobjetivo, al estar escribiéndolo en inglés, necesito sin más remedio conocer las normas de ortotipografía inglesas. Quién sabe, lo mismo acabo haciendo otro tutorial de corrección para angloparlantes.

Katie McGrath

Terminar el primer borrador de El ataque de los titanes

Esta es la saga de fantasía épica que estoy escribiendo desde hace tiempo y que es mi proyecto principal, del cual tengo escrita la mitad del primer libro (aunque he decidido cambiar bastantes cosas) y varios capítulos de la segunda mitad, por lo que terminar el borrador en este próximo 2018 no es nada descabellado. Con este proyecto no tengo ninguna prisa por acabar, ha ido creciendo mucho desde que concebí la primera idea y escribí las primeras escenas allá por 2015, y creo que si dejo que la historia fermente y crezca a su ritmo, quedaré más contenta con el resultado.

Seguir escribiendo relatos cortos

Escribir relatos cortos es mi principal herramienta para superar el bloqueo con mis proyectos principales. Además, de vez en cuando, me gusta presentarme a convocatorias aunque sepa que no va a cosechar nada, pero para mí es un buen ejercicio creativo. Siempre me gusta escribir relatos que amplíen el worldbuilding de lo que estoy escribiendo, pero este año también he escrito otros completamente diferentes y la experiencia es muy enriquecedora, así que este próximo 2018 quiero diversificar más el contenido.

Planificar más el próximo NaNoWriMo

Los dos NaNoWriMos en los que he participado han ido siguiendo una tendencia curiosa: de escasa planificación a planificación media, típica de plantsers como yo, así que este año, aprovechando que se me ocurrió una idea interesante, quiero probar el siguiente nivel de planificación y ver qué tal me va. Tengo once meses para hacerlo.

Empezar una lista de correo

Creo que este es el objetivo que más respeto me impone. Estoy suscrita a varias listas y siempre intento aprender de cómo lo hacen sus autores, pero sigue habiendo algo en mí que intenta aplazar este paso. Pero quiero intentarlo y aprender de la experiencia. Si alguien tiene alguna recomendación, bienvenida sea.

 


 

Y hasta aquí mis propósitos de año nuevo. ¿Cuáles son los vuestros? ¿Sois de plantearos cambios para el nuevo año o preferís improvisar?

Antes de despedirme quiero desearos un feliz entrada de año, que no os atragantéis con las uvas, y que vuestros deseos se hagan realidad.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 


Imagen de portada de monicore.

Lo que la cocina me ha enseñado sobre escribir

Estaba el otro día cocinando cuando se me ocurrió la idea para esta entrada. Estaba haciendo una de mis especialidades, arroz al vino tinto, y me acordé de las muchas veces que mi madre me ha dicho lo impaciente que yo era a veces en la cocina. Ahora soy mucho más calmada y dejo que las cosas se hagan a su debido tiempo, lo cual se nota mucho en el resultado final. Pues mientras recordaba las palabras de mi madre, pensé que algo parecido pasa con la escritura. ¿No os imagináis cómo? Os lo explico a continuación.

La cocina y la escritura tienen sus tiempos de cocción

Cada ingrediente de un plato necesita su tiempo de cocción y, si no respetamos ese tiempo, se nos pueden quedar crudos o no sueltan todo su sabor y el plato queda insípido. Cuando escribimos, nuestra historia requiere también su tiempo adecuado. Bien sea si somos de mapa y necesitamos tenerlo todo planificado antes de escribir o si somos de brújula pero queremos tener bien pensada la idea antes de ponernos manos a la obra.

Escribir y cocinar

El tiempo de cocción también influye, como es lógico, en la longitud de nuestra historia: no solo no dedicamos más tiempo a una novela larga que a una corta o a un relato, sino que la trama también requiere una elaboración diferente dependiendo del formato. ¿No os pasa que a veces leemos un libro y pensamos ‘se le podía haber quitado unas cuantas páginas y la historia quedaría igual’? Tenemos que tener muy bien medidas la longitud de nuestra novela y la adecuación de esa longitud a nuestra trama para que no se quede demasiado corta cuando deberíamos haber escrito más ni demasiado larga cuando podíamos haber resumido. Además, esto también tenemos que tenerlo en cuenta si queremos presentarnos a concursos o tenemos fechas límites: al igual que hacernos un cocido si solo tenemos media hora para prepararnos la comida es una idea descabellada, intentar escribir una historia de considerable longitud cuando el plazo de entrega acaba en dos semanas es igualmente una locura.

Escribir

Otro punto en el que el tiempo de cocción es importante es en el desarrollo de las escenas, tramas principales y secundarias, etc. A veces, cuando nos ponemos un objetivo para una escena debemos tener cuidado para no apresurarnos y que tenga el progreso adecuado, o si no, lo que conseguiremos es que quede una escena precipitada y poco creíble (doy fe, yo misma he pecado de esto) o excesivamente larga y tediosa. Por ejemplo, una escena de pelea donde el personaje es herido y debe retirarse quedaría muy forzada y rápida si en el primer ataque, su contrincante ya le ha hecho un buen corte con su espada; lo ideal sería ir dejando que los personajes se atacaran, se cansaran, se distrajeran, etc. y ya podríamos introducir el golpe desafortunado que de pie a la huida.

En la cocina y en la escritura se necesita buena materia prima

ingredientes para escribir

Una buena habilidad para cocinar es clave, pero si le añadimos unos ingredientes de calidad, la receta sale muchísimo mejor. Con la escritura pasa igual. Pero ¿qué es lo que consideramos materia prima? Pues desde el uso de las palabras adecuadas, con su precisión y sonoridad deseada, hasta unos buenos personajes, un buen worldbuilding y unas premisas interesantes. Los lectores podemos llegar a amar un libro con una trama muy sencilla tan solo porque los personajes nos llegan o porque el estilo de la narración es tan cautivador que nos resulta imposible dejar de leer. Y al contrario. Se me viene a la cabeza un par de libros que dejé porque los personajes se me hacían bola.

Desarrollo de personajes
No quedaría igual un cómic con personajes como el boceto de la izquierda que con ilustraciones como la de la derecha (vía RaeDrawsStuff).

Se puede hacer mucho con la cocina y la escritura de aprovechamiento

No sé si conocéis el programa de cocina de los hermanos Torres, pero ellos suelen hacer recetas aprovechando otros platos o ingredientes preparados que les han sobrado. Nosotros podemos hacer algo similar con nuestros textos: a veces escribimos algún relato, microcuento o escena que nos gusta mucho, pero lo hemos dejado por ahí olvidado en un cajón o en un archivo en nuestro pen drive. O quizá tenemos una historia que no nos convence, pero en la que hay escenas que merece la pena rescatar. Pues bien, ahí podemos tener toda una mina de oro de la que sacar algo que se adapte a nuestras necesidades y, como los hermanos Torres, hacer una receta completamente nueva y buena.

Escritura de aprovechamiento

Cocinar con un vaso de buen vino

¿Quién no picotea y roba algún trozo de puerro mientras cocina o se bebe una copilla de moscatel mientras le da vueltas a la sartén? Fani, estás siendo sorprendentemente específica… Debería ser una norma que quien cocina tiene derecho a hacerlo con acompañamiento. En cuanto a la escritura, no me refiero a tener tu copa al lado del ordenador o de la libreta (que también es una opción; yo suelo tomar café). Me refiero a acompañarnos de buena literatura, de esa de la que se pueden aprender tantas cosas. Y es que ya nos lo dicen en muchos blogs y talleres: para escribir bien, hay que leer mucho. Así aprendemos e interiorizamos estructuras y técnicas narrativas y vemos de primera mano cómo otros autores ponen en práctica su estilo. De los malos libros también se puede aprender lo que no hay que hacer, que conste. Lo importante es no dejar de leer y tener un buen bagaje literario.

Escribir y cocinar

 


Hasta aquí mi aprendizaje literario-culinario. ¿Habíais pensado alguna vez en el parecido entre escritura y cocina? ¿Se os ocurren otras similitudes? No dudéis en dejar vuestro comentario más abajo.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 

 

Escribir ciencia ficción

Dime cómo escribes ciencia ficción y te diré cómo eres

Hace un par de semanas, mis amigos y yo tuvimos sesión de cine de ciencia ficción. Una de las películas que vimos fue Blade Runner, algunos para recordar, otros por primera vez. Una de las cosas que más nos chocó, tanto a quienes la veíamos de nuevo como a quienes no, es que se ambientaba en 2019. Vamos, dentro de un par de años, que se dice pronto. La película se estrenó en 1982, es decir 37 años antes del futuro ficticio que se plantea, y la novela de Phillip K. Dick se publicó en 1968 y se ambienta en 1992, con una diferencia de 24 años. ¿No os resulta interesante ver cómo se imaginaban hace años el futuro y comprobar qué cosas se han cumplido y cuales siguen siendo pura imaginación?

La ciencia ficción siempre ha mirado al futuro y se lo ha imaginado de muchísimas formas diferentes. Hemos llegado a esos años en que se ambientan la mayoría de los clásicos de la ciencia ficción, tanto en el cine como en literatura. Ya llegamos al s. XXI y vimos que todavía no podíamos ir a Júpiter como en 2001: Odisea en el espacio; ahora, volviendo a Blade Runner la película, comprobamos que esta estaba muy lejos de lo que es ahora el mundo.

 

 

Blade Runner
Estamos en el 2017 y ni hay coches voladores ni sigue existiendo la Pan Am.

 

Una obra de ciencia ficción nos dice muchísimo de sus creadores: nos da información sobre cómo conciben el mundo en el presente, sobre su capacidad de análisis y predicción de sucesos, y sobre la confianza que tienen en el ser humano para conseguir los avances que presentan en su ficción.

Cómo percibes tu presente

La ciencia ficción no solo mira al futuro, sino que también es una vía de crítica social para los escritores. Sí, también podemos escribir una space opera por puro entretenimiento, pero hasta la historia que parezca menos comprometida tiene cierto tono de crítica. Solo tenemos que echar un vistazo a los temas y las premisas de nuestras novelas y películas favoritas: distopías sobre gobiernos autoritarios; utopías donde todo es maravillo, pero siempre hay algo oculto; historias sobre la vida en la Tierra post-apocalíptica tras guerras nucleares o sobre exilios espaciales tras desastres naturales provocados por el cambio climático y la falta de recursos, etc. Creamos una historia y un escenario en el que plasmamos nuestras preocupaciones relacionadas con el mundo y la sociedad en que vivimos y advertimos de las consecuencias que creemos que pasarán si ese escenario se cumple. En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Phillip K. Dick nos presenta una Tierra que ha sido azotada por la guerra nuclear, lo cual tiene sentido si la situamos en el contexto de la Guerra Fría. Por otra parte, las alucinaciones y confusiones entre realidad e ilusión que solía tener el escritor en su vida real y que están tan presentes en sus novelas también las vemos en esta. Incluso en la película se deja intuir que Deckard puede ser un replicante.

Are you a replicant
Si tenéis vuestras dudas, podéis hacer el test Voight-Kampff aquí (en inglés).

También podemos tomar como ejemplo 1984 de George Orwell, escrita en 1948 (lo cual es una pena, porque esta novela iba directa para mi lista de clásicos) y ambientada en el mismo año del título. En esta novela, Orwell nos muestra todos sus miedos con respecto al mundo que le tocó vivir y que vaticinaba que se seguirían cumpliendo 36 años después. Estos temores nacieron sobre todo de lo que vivió en la Guerra Civil Española, donde luchó junto al bando republicano. Lo que él plasmó en su obra maestra no se aleja mucho de lo que pasaba por aquel entonces, pero tampoco se aleja de lo que sucede ahora.

 

George Orwell 1984
Y esto no es ná.

Y es que, en general, escribimos de lo que nos preocupa y la ciencia ficción se presta a que llevemos nuestras preocupaciones al extremo para que hagamos reflexionar a los lectores. Por ejemplo, en Nivel 10 trato, principalmente, de la represión y estigmatización hacia la comunidad LGBT+ porque es un tema que, como ya sabréis, me toca personalmente y me preocupa que, a pesar de los avances, sigamos viviendo ciertos retrocesos en algunos aspectos y países, como Estados Unidos, desde que cierto energúmeno accedió a la presidencia.

Capacidad de predicción

Conocer bien un comportamiento lo hace (en gran parte) predecible. Es una premisa en Psicología y en otras muchas ciencias. Esto también se puede aplicar a la ciencia ficción: conocer mucho un tema nos da una perspectiva diferente de quien solo sabe un poquito, y nos permite intuir cómo progresará, lo cual nos viene de perlas para crear nuestro futuro ficticio. Pensad en los expertos en economía que predijeron las consecuencias de la burbuja inmobiliaria, la crisis que tenemos ahora, etc. mucho antes de que sucedieran. Igualmente, alguien que tenga una carrera de, por ejemplo, biología, física o ingeniería aeronáutica estará al tanto de los últimos avances y tendrá más capacidad para determinar si los que plantea en su historia son factibles en el futuro y, quién sabe, quizá acabe en algún artículo de Buzzfeed sobre novelas de cifi que predijeron el futuro (como los Simpsons).

No sé si os pasará como a mí, pero cuando estoy leyendo o viendo, por ejemplo, una distopía, me gusta tener la sensación de que aquello que me presentan puede pasar en un futuro me ayuda a meterme en la historia. Quizá por eso me gusta tanto la serie Black Mirror, porque es tan sorprendentemente verosímil, que da miedo ver un capítulo y pensar que estamos a un simple avance tecnológico de que nos pasen esas cosas.

No podía elegir solo un capítulo, ¿se nota?

Eso no significa que no disfrute con otras historias menos plausibles, pero la credibilidad le suma puntos. Los aciertos  o fallos de nuestras predicciones probablemente no lleguemos a verlos y sean las generaciones venideras las que, al leer nuestras obras, se sorprendan por lo mucho que nos acercamos o se rían por lo disparatado de nuestros vaticinios.

Y no solo me refiero a avances tecnológicos, sino también a los sociales, la chicha de muchas de las novelas. Si habéis leído El cuento de la criada, de Margaret Atwood, sabréis que, de avances tecnológicos se habla más bien poco. Todo lo contrario, se regresa a los valores tradicionales cristianos y eso incluye también la tecnología. La obra de Atwood profundiza más en el cambio social, en el adoctrinamiento moral, en la humillación de la mujer, en su encarcelamiento psicológico y desposeimiento de sus libertades. La sociedad que ella imaginó, aunque parezca extrema, tampoco se aleja mucho de nuestro presente y menos con el auge de las derechas en muchos países.

El cuento de la criada

Confianza en los avances tecnológicos

Todos nos imaginamos el futuro de una manera, nos imaginamos los nuevos artilugios que habrán inventado, si los coches volarán o no, si ya existirá un servicio de teletransporte que te deje en tu cama un sábado por la noche, etc.

Futurama
Esto también me vale.

Pero la gran pregunta es: ¿Cuándo pasará todo esto? ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar? De ahí el recuento que hacía al principio de este post. Phillip K. Dick decidió que, desde su presente (los sesenta) a la época de su ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (los noventa), la humanidad sería capaz de avanzar tanto como para tener androides que pudieran pasar por humanos y que nos veríamos en la necesidad de tener animales eléctricos y colonias espaciales a causa de una guerra nuclear. Como ya he dicho, echando un vistazo a su contexto, es normal que muchas obras de ciencia ficción escritas durante la Guerra Fría surjan de la premisa de que, finalmente, una guerra nuclear dejó la Tierra, si no completamente destruida, sí en muy mal estado; resultaba un peligro inminente.

Apocalipsis

Cuando empecé a escribir Nivel 10, me costó decidirme por el año en el que tendría lugar la trama. En el caso de mi novela, se trata de un mundo diferente al nuestro, por lo que su evolución podría no ser la misma que la de la Tierra; no obstante, decidí que fuese más o menos paralela y que el ‘Mundo Antiguo’ del que hablo en la historia fuese, en esencia, nuestro presente. Teniendo en cuenta esto, intenté imaginarme cuándo sería factible ver los avances que planteo en la novela y decidí que el año 2094 podría ser una buena fecha. Dentro de 77 años os cuento qué tal.

En definitiva…

La ciencia ficción nos permite dar rienda suelta a nuestra imaginación, pero sobre todo nos permite expresar nuestras inquietudes sobre el futuro que nos está esperando. Y no hay nada que hable mejor de nosotros mismos que nuestro miedo a la incertidumbre y cómo la abordamos.


 

Y hasta aquí mi reflexión. Contadme, ¿estáis de acuerdo? Si queréis añadir o debatir cualquier punto, no dudéis en dejarme un comentario y, si escribís ciencia ficción, sed libres de compartir vuestras inquietudes y si coincidís conmigo o no.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 

 

#SemanaAutopublicados

7 cosas que me hubiese gustado que me contaran antes de autopublicarme #SemanaAutopublicados

A principios de mes, Carmelo Beltrán propuso la iniciativa #SemanaAutopublicados en la que quería dar a conocer la existencia de la literatura autopublicada y desmontar esos prejuicios acerca de la misma. O dejo el vídeo en el que explica en qué consiste esta semana:

Quienes estamos en este mundo de la autopublicación sabemos que hay obras y autores de muchísima calidad que merecen tener el mismo reconocimiento que otros publicados en editoriales tradicionales. Así que este es mi granito de arena para esta iniciativa.

Como autora autopublicada he aprendido muchas cosas a lo largo de este año, pero mis mejores maestros han sido mis propios errores. Cuando empiezas esta aventura de la autopublicación, en especial si publicas por primera vez, llegas con una ilusión y una emoción que poca gente te puede quitar: vas a publicar tu novela, ¡por fin! Todo son nubes de algodón, arcoíris y unicornios. Entonces, llega la realidad. Y, además, va llegando poco a poco. En este camino hay mucha decepción y mucha frustración, pero, eh, también hay gratas recompensas. Aquí os dejo una lista con todo lo que me hubiese gustado saber antes de autopublicar mi primera novela.

1) No te apresures

Cuando estamos escribiendo nuestra primera novela estamos llenos de ilusión por terminarla y poder enseñársela ya al mundo. Esa ganas tremendas de tener nuestra obra allá fuera en las repisas o ebooks de potenciales lectores nos puede, para qué engañarnos. A mí me podía. Además, todos fantaseamos con que a nuestra novela le vaya bien y le guste a mucha gente y hagamos presentaciones en muchos lugares y nos llamen para hacer entrevistas o dar charlas, etc. Por eso nos damos todavía más prisa por publicar nuestra obra. Si nos decantamos por la autopublicación, como es el caso de muchos de nosotros, Amazon y otras plataformas similares nos han dado la oportunidad de subir nuestra obra y cumplir nuestro sueño de forma sencilla. Esto es otro factor para que, cuando tengamos terminado nuestra novela, nos precipitemos.

Ya dije en mi primera entrada dedicada a la corrección de la novela que es recomendable dejar descansar el manuscrito para tomar distancia y ver mejor los fallos (aunque nunca llegaremos a ver ciertos vicios si no nos los resalta un ojo ajeno). No solo para corregir sirve este consejo. Incluso después de haber realizado el mínimo de correcciones necesarias y de haber hecho los cambios pertinentes es posible que publicarla siga siendo un paso precipitado. Cuando publiqué por primera vez ‘Nivel 10’ hace un año, lo hice para presentarla al concurso de literatura indie de Amazon. Pero, si os soy sincera, ni siquiera era ese el objetivo que tenía en mente para la novela cuando la terminé. Tenía otros planes completamente diferentes para el manuscrito y que, por asuntos que no vienen ahora al caso, no he podido hacer de momento. Así que me resigné y, como estaba a tiempo todavía, decidí tenerla lista para el concurso. Podría haber estado mejor, pero me precipité. Por eso, decidí reeditarla y estoy más contenta con el resultado (y, desde luego, no olvido esos planes iniciales que tenía para ella). Otro de los motivos por los que me precipité es porque yo era una completa desconocida. Pero de esto hablo en el siguiente punto.

2) Primero hazte un nombre, luego ya tu novela

Como acabo de decir, era una completa desconocida cuando publiqué ‘Nivel 10’ (a ver, lo sigo siendo, pero ahora soy una desconocida con redes sociales). Lo que hice fue algo parecido a lo de llamar al portero y salir huyendo. No tenía ni blog, ni página, ni redes sociales de escritora; las fui creando poco a poco conforme veía que sin presencia en internet me comía los mocos (y también conforme Miriam Beizana me iba animando).

Al principio, la idea de tener que hacerme un blog y redes sociales de escritora no me llamaba para nada la atención. Siempre he sido tímida, siempre he ido a mi rollo en mis redes sociales personales y las cosas que suelo compartir o decir en ellas son tan dispares que o tienen cierta aceptación o pasan sin pena ni gloria (aunque los vídeos de gatetes y perretes siempre han sido bien recibidos).

Perretes
I love you too, perrete tierno

Así que imaginaros lo que podía suponer para mí abrir varias cuentas para luego ver que mis posts pasaran por la red como una mata de esparto en el desierto. Esa exposición tan abrupta me hacía sentir tan vulnerable que la rechazaba siempre que podía. Pero es que veía que en la oscuridad y soledad del anonimato no iba a conseguir aquello con lo que fantaseaba por lo que al fin me lancé de nuevo a la piscina (como siempre hago con todo, sin flotador y sin saber nadar) y abrí este blog y mis cuentas de Facebook y de Twitter. Y empecé a observar cómo iba esto del marketing online.

3) Pero hacerse un nombre es difícil

Exacto. Ser una completa desconocida en un mundo en el que hay mucha gente y, además, ya hay lazos formados es duro para alguien que es tan reservada como yo. ¿Sabéis cuántas amigas hice en el instituto? Con una mano me bastaría para contarlas y me sobrarían dedos. En redes sociales sigo siendo igual de tímida que en la vida real, pero me tengo que poner una máscara y hacer como que no me muero de vergüenza cada vez que publico algo o interactúo con alguien. Ya se sabe, ‘fake it until you make it’ (algo así como ‘finge hasta que lo consigas’).

Para hacerte oír hay que alzar la voz y hablar claro o, si no, lo que digas se perderá entre el ruido. Y, claro está, hay que decir algo que valga la pena para no ser ‘esa que monta follón’. No paraba de leer en muchos blogs de recursos para escritores que para tener seguidores fieles había que tener contenido útil e interesante. Y, claro, ¿qué puedo ofrecer yo diferente que nadie más haya hecho? La respuesta es compleja, porque ya hay blogs estupendos que hacen artículos superinteresantes sobre miles de temas. Muchos de nosotros compartimos posts muy similares y de gente similar. Si Gabriella Campbell o Ana González Duque suben un nuevo artículo, seguro que ya tendrán cientos de retweets, porque son un referente en el mundo de la autopublicación. Por eso, a veces me entra la inseguridad de no saber qué ofrecer. Así que, otra vez me pongo una máscara y finjo que lo que estoy diciendo os va a cambiar la vidaFake it until you make it.

4) Escritora de día, miles de roles de noche

Otra de las cosas que me hubiese gustado saber antes de meterme en este fregao es que iba a tener que aprender a hacer cosas diferentes a escribir. Si contáis con profesionales que se encarguen de las fases posteriores a la escritura del manuscrito, entonces tenéis un gran porcentaje del trabajo hecho y, mirad, ese peso que os quitáis. Pero si no disponéis de ese apoyo, deberéis ser, además de escritores, correctores, maquetadores, ilustradores o diseñadores gráficos, copywriters, community managers, expertos en marketing y SEO, magos, alquimistas y malabaristas.

5) El día solo tiene 24 horas

Y para todos esos trabajos ‘extras’ que conlleva el ser escritores autopublicados, necesitamos una esmerada planificación. Porque sabemos que el día solo tiene veinticuatro horas y los más afortunados dedican ocho a dormir y entre cinco y ocho a trabajar, lo que nos deja aproximadamente otras ocho horas para todo lo demás.

Yo soy un desastre para planificarme; lo acabo haciendo, pero tardo mucho en encontrar la distribución que me resulta mas eficiente a la hora de trabajar. Cuando empecé con mis redes sociales de escritora, todo me resultaba un caos: ¿qué hago? ¿de qué escribo? ¿cuándo lo hago? ¿qué días publico? ¿por qué parece que no me queda tiempo para nada? Luego, conforme le iba cogiendo el truco, me he ido organizando mejor y, al pensar en esta evolución, se me viene a la cabeza lo que en estadística se conoce como ‘regresión lineal’. La regresión lineal (la simple, al menos) estudia la relación entre dos variables, X e Y. Nos permite conocer si la variable independiente (X) tiene algún efecto en la variable dependiente (Y). Si los datos se distribuyen como la nubecita de la izquierda, significa que no hay relación ninguna, mientras que si se asemejan a una línea, sabemos que podemos predecir con cierta confianza el comportamiento de Y según X.

Al principio yo era la nubecita de la izquierda, dando palos de ciego; ahora me voy acercando más a una línea: ya tengo ciertos días para publicar posts, me organizo lo que comparto en Facebook, dedico ciertos periodos de tiempo a Twitter y he aprendido en qué momentos del día soy más productiva a la hora de escribir (¿Adivináis cuándo? ¡Sí, a las tantas de la noche! Dormir, ¿pa’ qué?). Ahora que mi rutina es más predecible, yo estoy menos agobiada.

En definitiva, si os cuesta organizaros, tendréis que tomaros vuestro tiempo para conocer vuestra mejor forma de trabajar y de planificar vuestro tiempo, pero os aseguro que es algo que agradeceréis cuando ya se haya convertido en una rutina. Si sois organizados de fábrica, ya tenéis gran parte del trabajo hecho en ese sentido.

6) Vas a pasar por muchas fases y todas van a ser cíclicas

Esto es otro pequeño detalle del que hablé en esta entrada. Vamos a pasar por muchas fases durante nuestra carrera literaria, desde la inmensa euforia que nos entra cuando se nos ocurre una idea genial para una novela o un relato, a la sensación de ser un fraude y de creer que nuestro trabajo es una completa basura. Iremos desde una altísima productividad, donde no dejemos de escribir, hasta una total falta de ganas de sentarse frente al teclado o la libreta. No nos vamos a librar de estos dos extremos ni de toda la gama de grises que hay entre medias. Así que, cuando tengáis la adrenalina por las nubes, por el motivo que sea, aprovechad el chute de autoestima y motivación para poneros a trabajar, pero sed cautos y andaros con pies de plomo para que no se os suba la emoción a la cabeza y os nuble el sentido común. Por otra parte, si estáis en una de esas épocas en que todo se nos viene grande, no conseguimos salir del hoyo de negatividad y desprecio hacia nosotros mismos, no tiréis la toalla, ni lo mandéis todo a paseo, porque esa época pasará y, además, es muy necesaria para verlo todo con una perspectiva más realista. Resistid y seguir escribiendo aunque creáis que no merece la pena.

Y sobre todo…

7) Ten mucha paciencia

Porque esta profesión es, en la mayoría de los casos, una inversión a largo plazo: escribir requiere mucho tiempo y dedicación y debemos ser pacientes (y constantes) para finalizar nuestros proyectos, pero también para ver los frutos de nuestro trabajo, para esperar las reseñas y opiniones de los lectores, para ver cómo nuestra obra y nuestro nombre va haciéndose un hueco en el mundo de la autoedición, etc. Tenemos que sembrar y cuidar esas semillas para ver florecer aquello que nos hemos propuesto.

 


Y hasta aquí mi lista de todo aquello que me hubiese gustado saber antes de meterme en estos berenjenales. ¿Qué opináis? ¿Estáis de acuerdo con esta lista? ¿Qué añadiríais según vuestras experiencias? No dudéis en dejarme vuestros comentarios aquí abajo.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 


Imagen de portada de Sarah Deer
aniversario nivel 10

‘Nivel 10’ cumple un año y yo sigo siendo una impostora

Así es. Nivel 10 ya ha cumplido un año desde que lo autopublicara y ha sido un año de continuo aprendizaje. Supongo que debería comenzar esta entrada explicando por qué sigo siendo una impostora.

Bien, esta profesión es dura. Es dura por muchos motivos. Nos tiramos meses, años trabajando en una historia, cuidando cada detalle para llevar adelante todo lo que se requiere para terminar nuestro manuscrito. Después, viene el siguiente quebradero de cabeza: darnos a conocer en el inmenso mundo de internet. Y todo esto sin ni siquiera saber si vamos a tener una oportunidad real de que la gente conozca nuestra obra y la compre. Nos tiramos a la piscina de cabeza, sin saber nadar, sin saber si la piscina tiene agua o si es demasiado profunda. Nadie nos dice lo difícil que es ser escritor independiente, pero lo intentamos igualmente porque no conocemos otra forma de ser felices que no sea escribir. Nadie nos advierte de la soledad que conlleva ser escritor autopublicado, un hecho del que habló Jesús Carnerero en este post. Nadie nos dice que vamos a pasar por muchas fases a lo largo de nuestra carrera literaria y que una de ellas es la de sentirse un fraude.

No es la primera vez que leo esto. Al principio, cada vez que pasaba por una de las fases de impostora, pensaba que era cosa mía, pero, al entrar en redes sociales de forma ‘profesional’, he podido ver que no soy la única a la que le pasa. El síndrome del impostor parece ser tan común en el mundo artístico o en cualquier otro ámbito que requiera estos niveles de esfuerzo y trabajo. Me pasaba cuando trabajaba de neuropsicóloga, de profesora y me pasa con la escritura. El pensar que estoy engañando a la gente, a mi público, que realmente yo no estoy haciendo ningún mérito y que no sé ni para qué me esfuerzo es una constante en mi vida que en pocas ocasiones me abandona. Hay días que me despierto, pienso en todas las cosas que hay que llevar adelante como escritora indie y me digo: ‘¿Para qué? Si en cuanto la gente lo lea pensará que es una mierda’ o ‘¿Qué le puede importar a la gente lo que yo tenga que decir?’. Otras veces, cuando alguien dice algo bueno de mi obra, pienso ‘¿De verdad estamos hablando de la misma novela? ¿No se estarán equivocando?’. Luego llegan los bloqueos, las dudas sobre lo que estoy escribiendo, los ‘esto no tiene ningún sentido’ y demás etcéteras que me atormentan de vez en cuando.

Sé que es una fase, que esto es un ciclo que va repitiéndose en el que pasamos de estar superorgullosos de nuestras historias a querer quemarlas con un lanzallamas. Lo curioso es que tenemos esta sensación de ser un fraude porque nos importa lo que hacemos. Al fin y al cabo, alguien a quien le da igual su trabajo va a seguir durmiendo plácidamente cuando se meta en la cama. Pero nosotros no. Nosotros queremos que nuestro trabajo valga la pena, porque no conocemos otra forma de ser felices que no sea escribir.

Así que no nos queda más remedio que seguir. Seguir dándole vueltas a esas historias para que por lo menos podamos decir: ‘pues al final no ha quedado tan mal’. Así que eso he hecho yo también.

Nivel 10 ya tiene un año

Y en este año he aprendido mucho sobre autopublicación, corrección, marketing, etc. Como ya sabéis, he ido subiendo diferentes entradas sobre corrección de una novela. Para estas entradas usé las notas y apuntes que fui recopilando y estudiando hace algo más de un año para corregir el primer borrador de Nivel 10; después, he seguido documentándome para estos posts, por lo que he adquirido un mayor conocimiento del tema.

A lo largo de este año también he recibido el feedback de lectores que me han señalado ciertos aspectos de los que no me di cuenta en su momento y que era necesario que solventara. Por eso, quería hacer algo especial para este primer aniversario de Nivel 10 (no todos los días tu primera novela cumple su primer año), así que me dije: ‘Fanidad, ¿por qué no la reeditas?’

¿Qué ha cambiado en esta segunda edición?

Los cambios más básicos consisten en una nueva corrección ortotipográfica y de estilo. Además, he añadido algún que otro pequeño detalle a la trama en pos de una mayor verosimilitud y coherencia interna, y he quitado algún pasaje poco relevante en el que he pecado de infodumping.

Por otra parte, he dividido la historia en actos (si ya la habéis leído, entenderéis a qué se debe esta división) y he añadido un índice y una cosa que me faltaba y que en muchos blogs de recursos de escritores nos recomiendan: mis datos de contacto.

nivel 10
Lo sé, me merezco un smackwich

Por último, el cambio más evidente es el de la portada: no solo he cambiado mi nombre a Fani en vez de Estefanía (no sé en qué estaría pensando, la verdad), sino que, como podéis ver, he diseñado otra que, personalmente, me transmite una sensación más limpia y profesional que la de la edición anterior, y que parece que a quienes la han visto también les ha gustado, así que espero que a vosotros también os transmita lo mismo.

Nivel 10
Portada de la segunda edición de ‘Nivel 10’

Creo que la novela necesitaba un pequeño lavado de imagen que no solo le ha venido bien a la obra en sí, sino a mí como escritora. De momento, sigo siendo juanpalomista, así que cualquier pequeño paso que me lleve a mejorar, bienvenido sea.

Podéis comprar Nivel 10 en la página de Amazon por 2’99€*

 

*Si ya comprasteis la versión anterior y queréis obtener la nueva, solo tenéis que ir a vuestra cuenta de Amazon, meteros en ‘Gestionar contenido y dispositivos’, después en ‘Ajustes’ y allí debéis activar la opción ‘Actualización automática de libros (Whispersync para libros)’ y tras sincronizar, se actualizará (aunque he leído que puede tardar un par de días en llegar la nueva versión).


Espero que la disfrutéis y, si tenéis alguna pregunta sobre la novela, los personajes, o cualquier otra curiosidad, no dudéis en dejármelo en los comentarios. También podéis preguntarme por Twitter o Facebook.

Un saludo y que la literatura os acompañe.

 

 

 

de dónde viene la inspiración

¡Musas! ¿Musas? O de dónde vienen realmente

Tengo la teoría (hipótesis, si nos ponemos estrictamente científicos) de que el cerebro es una batidora. La metáfora del músculo que hay que entrenar no me gusta mucho y menos para usarlo en el sentido de la creación artística. ¿Por qué, entonces, una batidora? Veréis, en una batidora podemos meter cualquier ingrediente y, tras un procesado, sale otro producto diferente. Según qué ingredientes metamos, nos saldrá un puré, un batido, una salsa, etc. Tenemos muchas combinaciones posibles, tanto en tipo como en cantidad de ingredientes que echamos para que tenga un sabor más fuerte o más suave. ¿Entendéis por dónde voy? Nuestro cerebro es un vaso con cuchillas deseoso de estímulos para trabajar y darnos a cambio un delicioso batido artístico.

inspiración para escribir
Imagen por resonancia magnética funcional de un cerebro humano de artista

No hace mucho, Gabriella Campbell preguntó en su página de Facebook qué era lo que nos inspiraba para escribir y después hizo una recopilación de todas nuestras respuestas para uno de sus posts. Mucha gente hablaba de viajar, de la música, de la tele, de los sueños, etc. y me di cuenta de que todo esto tenía algo en común: el factor de la novedad.

Os voy a plantear un escenario de ciencia ficción distópica:

Imaginaos una vida monótona, sin ningún tipo de distracción, en la que las personas solo hacen lo que están programadas para hacer y no se salen de sus papeles. Levantarse, ir a trabajar, cuidar la casa, dormir. No hay distracciones ni entretenimiento, tan solo tareas repetitivas en bucle infinito.

¿Creéis que es un ambiente que favorece el surgimiento del arte o la cultura? En efecto, no lo es. Porque para producir algo, hace falta materia prima y la materia prima del cerebro son los estímulos.

Cualquier cosa que hagamos estará estimulando nuestro cerebro. Pero hay diferentes niveles de estimulación:

  • Una actividad que nunca hemos hecho desencadena una reacción sináptica mucho más potente. A mayor novedad, más tienen que trabajar nuestras neuronas (sobre todo en el córtex frontal, encargado de las habilidades cognitivas superiores) para procesarla y asimilarla.
  • Una actividad que hacemos a diario, en cambio, por un proceso de habituación y aprendizaje, no provoca las mismas respuestas y nuestro cerebro la asimila como aprendida, por lo que pasa a procesarse en otras regiones más ventrales y mediales (más cercanas al tronco encefálico y más internas, respectivamente). Esto significa que, una vez aprendida una actividad, se automatiza para ahorrar energía y así poder seguir con actividades que no dominamos.

Aquí tenemos un espectro de implicación de diferentes zonas cerebrales que nos ayuda a entender, por ejemplo, por qué cuando aprendemos a conducir, nos parece una tarea hercúlea, pero una vez que llevamos tiempo conduciendo, ya ni nos damos cuenta (yo qué sé, ni siquiera tengo carnet de conducir, pero eso dicen, ¿no?).

de dónde viene la inspiración
Está todo controlado.

Con nuestro día a día pasa algo parecido. Ver una película nueva, leer un libro, pintar un cuadro, tener una conversación con alguien en el supermercado o, incluso, cambiar tu ruta de casa al trabajo/lugar de estudio/destino cualquiera y viceversa, está haciendo que nuestro cerebro active esa zona que se encarga de las actividades nuevas.

Bien, esto parece que ya está claro: hacer cosas nuevas o poco comunes en nuestra vida hace que nuestro cerebro trabaje de forma diferente a cuando hacemos una tarea que nos sabemos de pé a pá. Entonces, ¿qué tiene que ver esto con la producción artística?

En Psicología se suele estudiar un experimento muy famoso de Wolfgang Köhler y su mujer Eva, que pusieron a un chimpancé en una jaula con un plátano colgado e inalcanzable y varias cajas esparcidas por la jaula. En un principio, el chimpancé no conseguía coger el plátano, pero tras un tiempo, apiló varias cajas y trepó por ellas para poder hacerse el ansiado premio. Es lo que se conoce en Psicología como insight. Es también lo mismo que le sucedió a Arquímedes cuando resolvió el problema de la corona de oro de Hierón II y salió desnudo de su baño gritando ‘¡Eureka!’.

Fani, ¿me estás queriendo decir que entonces los chimpancés y Arquímedes son igual de listos?

No exactamente. Y aquí vuelvo de nuevo al terreno de la hipótesis. Como ya os he comentado antes, el cerebro emplea unas áreas diferentes cuando ya ha aprendido una tarea y estas áreas son filogenéticamente más primitivas que la corteza frontal (la que nos caracteriza como homo sapiens, entre otras cosas). Estas zonas más primitivas de nuestro cerebro se parecen más a las de los chimpancés. Entonces, la conclusión que se puede sacar (y repito, es solo una hipótesis) es que en la resolución de problemas, esas áreas más escondidas juegan un papel bastante apañado.

Esto me lleva de nuevo a Aquímedes; a Einstein, cuando se le ocurrió la teoría de a relatividad mientras trabajaba en su aburrido trabajo en patentes; a August Kekulé, que descubrió la estructura molecular del benceno tras un sueño con una serpiente que se mordía la cola; y a otras mucha personas que consiguieron descifrar algún acertijo mientras no pensaban en ello.

de donde viene la inspiración
Algo así me imagino yo el sueño de Kekulé

La hipótesis que os he comentado antes (la del cerebro primitivo, no la del cerebro-batidora) tiene cierto apoyo en los estudios sobre cognición inconsciente. No se trata del mismo inconsciente de Freud o de sus seguidores psicoanalistas, sino que es un concepto más bien perceptivo y neuropsicológico. En resumidas cuentas, nuestro cerebro también procesa información de diferentes modalidades sin que nos demos cuenta de ello. Se ha estudiado mucho el papel de esta cognición inconsciente en la resolución de problemas y parece que, aunque no sea tan importante como la consciente, sí que ayuda bastante. Además, no solo se ha estudiado en el ámbito de la resolución de problemas, sino también a nivel conductual y en el famoso ‘Neuromarketing’. ¿Os habéis preguntado por qué en muchos supermercados ponen la panadería cerca de la entrada? O ¿por qué la nueva colección suele ponerse o bien a la derecha o bien al principio de muchas tiendas de ropa y las rebajas siempre al fondo o incluso en la planta de arriba? Estas decisiones se basan en el supuesto de que el exponernos al delicioso olor de la panadería o el obligarnos a ver de pasada las nuevas tendencias nos hará pararnos y considerar comprar algo a pesar de que no íbamos con esa intención.

No sé si veis por dónde voy. Pero, en esencia, lo que quiero deciros es que nuestro cerebro trabaja a varios niveles y a veces los altos cargos (las cortezas, sobre todo la frontal) muchas veces no se enteran de lo que sucede entre sus empleados y operarios (las regiones más internas), pero la cosa es que luego la empresa funciona y sigue adelante porque los empleados saben sacarles las castañas del fuego.

Vale, creo que ya he acabado la parte teórica. Ahora toca la práctica, la que nos interesa de verdad. Como decía al principio, cualquier estímulo novedoso que entre en nuestro cerebro va a provocar que este trabaje de lo lindo hasta que se acostumbre a él y ya pueda ‘entrar en plantilla con el resto de empleados’ y utilizarse en un futuro para la resolución de problemas inconsciente.

Cuando estamos atascados con una historia, siempre suelen recomendarnos que le demos un respiro, que trabajemos en otro relato e incuso que nos alejemos del género que estemos escribiendo. Pues esto tiene que ver con lo que he dicho: las cortezas trabajan muy bien, pero también se saturan y deben descansar. Una vez que descansan (y descansar puede significar también encargarse de otra cosa),  ese ‘problema’ que teníamos pasa a manos de las regiones más primitivas, las cuales reorganizan la información a sus anchas hasta darle un sentido que nos sirva.

Pensad en un momento de vuestra carrera literaria en que, de repente, sin habéroslo propuesto, hayáis dado con la idea clave para continuar vuestra historia. ¿Recordáis qué estabais haciendo? Por ejemplo, a mí me ha pillado leyendo, limpiando, escuchando música… Pero casi nunca escribiendo esa historia que tenía atascada.

Por eso debemos descansar nuestra mente de las historias que nos tienen tirándonos de los pelos. Y por eso tenemos también que hacer actividades novedosas, para poder darle a nuestro cerebro herramientas para cuando esté en modo ‘descanso’.

No tenemos que irnos a la Conchinchina (pero que si nos vamos, tampoco pasa nada, eh, yo encantada), a veces, a nuestro cerebro le basta con un pequeño cambio. En Almería hay una calle que se llama Quinto Pino; siempre la había visto, pero nunca me había metido por ella. Un día lo hice y, bueno, fue casi como entrar en Narnia, pero al menos mi cerebro me lo agradeció y mucho.

Podéis viajar, admirar el paisaje como si fuera la primera vez que lo hacéis, escuchar conversaciones en el transporte público, tener esas conversaciones con desconocidos, probar otra rama artística como pintar, bailar o esculpir, hacer deporte, cocinar nuevas recetas, leer géneros que nunca hayáis leído o jugar a juegos de mesa.

A veces, cuando estás haciendo un batido de chocolate y quieres innovar solo tienes que añadir algún ingrediente que le dé ese toque especial.

de dónde viene la inspiración
¿Qué hay más especial que esto?

La cuestión es vivir y guardar experiencias, porque estas no solo pueden servirnos como fundamento para nuestras historias (describir paisajes, emociones, sensaciones, etc.), sino que, sin darnos cuenta, estaremos gestando futuras ideas que nos llegarán en forma de musas.


Y hasta aquí mi pequeña hipótesis sobre la inspiración. ¿Cómo se presentan vuestras musas? ¿Os habéis parado a pensar en esto de la novedad? Cualquier comentario que tengáis, no dudéis en dejarlo aquí abajo.

Un saludo y que la literatura os acompañe.


Imagen de portada extraída de Pinterest